La discusión ausente: ¿Qué tipo de juez queremos para la Corte Suprema?
Por Guadalupe Valcarce Ojeda.
Desde que, finalizando el pasado año, Eugenio Raúl Zaffaroni hizo conocer su
decisión de renunciar a la Corte Suprema de Justicia de la Nación al término del
2014 los operadores políticos y judiciales comenzaron a discutir acerca de quién
sería su reemplazante. Incertidumbre que finalizó cuando el 29/01/2015 la
Presidenta, en los términos del artículo 4 del decreto 222/03, oficializó la
propuesta de Roberto Carlés para ocupar el cargo vacante mediante su
publicación en el Boletín Oficial.
En cuanto se hizo conocida la postulación de Carlés se levantaron las voces
en favor y en contra –las más-. A grandes rasgos, las principales objeciones
pueden resumirse en: su edad –al momento de la nominación Carlés tenía 33
años-, lo que para algunos implicaría falta de madurez y de experiencia para
desempeñar la función para la que se lo propone; su carencia de credenciales
que lo legitimen para ocupar el cargo; su afinidad con el gobierno actual –
particularmente a partir de ciertas declaraciones o menciones que efectuó-,
algunas inconsistencias en su CV, entre otras.
El pasado 26 de febrero el Poder Ejecutivo envió al Senado el pliego para su
tratamiento tras haber vencido el plazo para la presentación de apoyos e
impugnaciones a la candidatura de Carlés, hasta esa fecha la nominación había
recibido el apoyo de 117 instituciones y 843 particulares y el rechazo de 25
instituciones y 153 particulares. Y el 31de marzo se realizó la audiencia pública en
el Senado en la que los representantes de las provincias argentinas y de la CABA
y diversas organizaciones no gubernamentales tuvieron la oportunidad de
preguntarle al candidato sobre las más variadas cuestiones durante
aproximadamente seis horas en el recinto. Las preguntas se centraron en su
opinión acerca de temas como acceso a la información pública, status jurídico del
embrión, aborto, tenencia de estupefacientes para el consumo personal,
emergencia, obligatoriedad de sentencias y opiniones de los órganos del sistema
interamericano de derechos humanos, etc.., pareciéndose mucho a un examen de
Derecho. Apenas se le efectuaron un par de consultas referidas a su discutido
CV.
Lo que más se lamentó es la ausencia de preguntas que ahondaran en la
concepción que tiene Carlés de la función de la Corte Suprema como poder del
Estado, sobre su rol institucional, las relaciones con los demás poderes, la
construcción de la agenda pública de la Corte, las estrategias de visibilidad, la
adopción de nuevos mecanismos para la resolución de los conflictos judiciales,
etc.. Y estas preguntas no constituyen una mera inquietud académica, sino que
tienen por finalidad inmediata descifrar el modo en el que el candidato entiende la
función para la que se lo postula. Su ausencia muestra también el poco interés
que despierta en los Senadores el análisis del perfil de los miembros de la Corte
Suprema.
¿Qué tipo de juez queremos? ¿Un juez con un abultado CV y perfil
académico? ¿Un juez con un perfil basado en una amplia trayectoria profesional?
¿Un juez activista o un juez moderado? ¿Un juez que asuma el rol político que le
corresponde a la Corte Suprema o un juez que se empecine en entenderla
exclusivamente como un órgano jurisdiccional?1 Entiendo que las primeras
preguntas deberían ser estas, las que nos lleven a comprender cómo es el juez
que queremos para nuestra Corte Suprema y qué esperamos de él.
Fuente: DPI Cuántico (http://www.dpicuantico.com/constitucional/diario-constitucional-y-derechos-humanos-nro-64-27-04-2015/doctrina-en-2-paginas/?pdf=http%3A%2F%2Fwww.dpicuantico.com%2Fwp-content%2Fuploads%2F2015%2F04%2FConstitucional-Doctrina-2015-04-27.pdf%2F).
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