El “dolor no jurídico” en los conflictos

Hace unos días escuché el término “dolor no jurídico”, utilizado para hablar de esos dolores que muchas personas buscan reparar iniciando un reclamo judicial pero a los que el sistema no les dará respuesta precisamente por no pertenecer al ámbito legal.
El término fue pronunciado por la Dra. Marisa Herrera, especialista en Derecho de Familia, en las jornadas de Fundación Simiente sobre los cambios del nuevo Código Civil y Comercial
Este dolor es el que encontramos en las mediaciones y normalmente se esconde detrás de él, el reclamo como objetivo simbólico. Para ejemplificar vaya un caso.
Mediación en el Centro Judicial derivada de Tribunales de Familia por aumento de cuota alimentaria. A la primera audiencia sólo asistió María, la demandante, con su abogado, y -mientras ésta relataba que su ex marido José sólo le abonaba $3.300 de cuota para su único hijo- el letrado acompañaba con palabras y gestos el pedido, acotando: “Es una vergüenza, una cifra irrisoria…”. Escuchamos con atención y, en el momento en que mi colega mediadora expresaba “parece que fuera poco” (sin énfasis, ya que sabemos siempre hay otra versión para escuchar), fui a llamar por teléfono al ausente.
En cuanto le expliqué por qué lo llamaba él dijo: “No fui porque estoy harto de que me cite a todos lados: a tribunales de Familia, a fiscalía…me hizo denuncias penales, vino a mi trabajo, y yo cumplo, le deposito todos los meses los $3.300 acordados…”.
Era la otra versión. Lo invité a la próxima reunión con todos los comprobantes y le garanticé que sería escuchado, incluso (teniendo en cuenta sus reparos) en reuniones privadas sin la señora.
A la segunda reunión los teníamos a todos. Sintetizando, diré que -en cuanto José exhibió los recibos- el primer sorprendido fue el abogado de María, a quien le dirigió una significativa mirada. Audiencias privadas fueron y vinieron y se acordó un aumento de cuota de $300. Es decir que ahora se iban a abonar $3.600.
A la tercera audiencia, para firmar el acuerdo, hubo un cambio: María no venía con su abogado sino con una socia del estudio. Desde aquella presencia fuerte del letrado en la primera reunión, pasamos a la más tenue de la segunda en cuanto se pusieron en la mesa los comprobantes de depósito, y llegamos aquí, en la tercera, a su no presencia.
Continuamos en privadas a pedido de José; revisamos el acuerdo, y cuando lo leía a las señoras, cayó el baldazo de agua fría. María anunció: “No quiero $3.600, quiero $3.650”. Si han llegado hasta acá en la lectura huelga decir qué queríamos hacer las mediadoras y la abogada con María.
Mi compañera dijo con aplomo: “Voy a transmitirle este cambio al señor”.
Es en estos momentos cuando Remo Entelman y la Teoría del Conflicto vienen a aportar lo suyo. Dice Entelman: “En ciertas circunstancias, los actores tienden a teñir los objetivos concretos, agregándoles valoraciones que los convierten en simbólicos, porque les preocupa, más que obtener satisfacción a su valor mediante el logro del objetivo, provocar en su adversario una pérdida. Tal pérdida es el verdadero objetivo concreto disimulado detrás del simbólico”. (Teoría de conflictos, Barcelona, Gedisa, pág. 102).
Con esto en mente, cuando quedamos las tres solas, intuyendo que detrás de este objetivo concreto (aumento de la cuota) había uno simbólico (que él pagara algo), o en palabras de la Dra. Herrera, un dolor no jurídico, simplemente la miré y le pregunté: “Ahora que estamos solas, ¿qué es lo que el señor tiene que pagar? Con confianza, te lo pido, esto es confidencial. Hay una parte que no conocemos y debemos saber para poder ayudar”. María nos miró y con furia dijo: “¿A usted le parece? Se casó con mi mejor amiga, y ¡encima con ella se casó y conmigo no!”. Lo decía con una mezcla de bronca contenida y haciendo “pucherito”.
Entonces retruqué, aprovechando que por fin había bajado la guardia: “Permitime que te diga algo, en este marco y fuera de la mediación: si tu dolor es porque fuiste engañada, bienvenida al club.
Somos muchas, pero eso no hay forma de arreglarlo. Vos ya tenés pareja y la única forma para que dejes de sufrir es pasando página. Es tu elección. Y este enojo te tiene atrapada con abogados, juzgados, denuncias, reclamos, todo por algo que nunca va a cambiar porque ya pasó. ¿Alguna vez se te ocurrió pensar qué opina tu hijo de esta bronca tuya que no mide las consecuencias?”. Reconozco que se lo dije con firmeza, envalentonada; en todo momento su abogada asentía y acotaba: “Si yo hablara de mi triste suerte… es así, como dice la mediadora…”. Finalmente, y con un diálogo abierto y sincero, María se permitió reír primero y luego estallar en carcajadas (con el coro entusiasta de su abogada y el mío) y accedió a firmar.
Demás está decir que la sorpresa que se llevaron mi colega, José y su letrada cuando volvieron a la sala fue mayúscula. Sospechamos que José no entendió muy bien qué había pasado y por qué su ex lo saludaba distendida mientras le decía: “Ah, ya que estás pagando, no te olvides de pagar los honorarios de las mediadoras…”.
(*) Abogada y mediadora especialista en mediación familiar y penal del Centro 

Judicial de Mediación – mariu.biain@gmail.com

Fuente: http://comercioyjusticia.info/blog/justicia/el-dolor-no-juridico-en-los-conflictos/

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