Los jueces y sus mañas: una reforma para sostener viejas prácticas
Recientemente el Senado de la
Nación avanzó en la elaboración y discusión de los proyectos de ley necesarios
para la implementación del nuevo código procesal penal nacional. Desde el
Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) hemos
asistido con gran expectativa al debate iniciado semanas atrás en el
Parlamento. Sin embargo, advertimos con gran desazón, que el proyecto de
implementación y de organización del poder judicial, la ley que regula la forma
en que se organizan los jueces para cumplir con su función, atenta contra la
eficacia del nuevo modelo de administración de justicia.
Largos y extensos años tuvimos
que esperar para poder contar con un código procesal que permita el
establecimiento de un sistema penal ajustado a los principios constitucionales;
procurando brindar transparencia, publicidad y valores republicanos a un poder
judicial autista, históricamente no acostumbrado a rendir cuentas sobre su
trabajo. El nuevo código, que aún espera
su entrada en vigencia, pretende también avanzar hacia un sistema dinámico y
eficaz en la investigación de delitos de mercado y organizaciones criminales
complejas, cuya falta de persecución afecta a la seguridad de todos. En esa
sintonía, el proyecto de ley orgánica del Ministerio Público Fiscal cumple con
la readecuación organizativa necesaria para estos fines.
Sin embargo, para que estas
promesas de eficacia y trasparencia puedan ser efectivamente cristalizadas y no
queden reducidas a una mera declamación de principios, es preciso transformar
las vetustas y arcaicas organizaciones judiciales actuales, pensadas para
tramitar expedientes de imposible acceso para la prensa y la ciudadanía, pergeñadas
por un modelo de justicia escrito, ideado hace dos siglos atrás.
Lamentablemente, el proyecto de organización del poder judicial que será
discutido por el pleno del Senado de la Nación, dista mucho de resolver
adecuadamente esta cuestión. Pensar que la gestión y organización de un
tribunal que deberá resolver todo a través de un sistema de audiencias
públicas, puede ser gestionado con la actual organización administrativa es,
cuanto menos, desconocer la realidad del funcionamiento de las instituciones
del sistema de justicia.
Diseñar un sistema de audiencias
requiere de mucha coordinación administrativa para que las mismas se realicen
en el tiempo requerido y los jueces resuelvan oralmente y de forma inmediata en
ellas. El proyecto de ley de implementación exhibe un modelo de oficinas
judiciales extremadamente deficiente que, lejos de bregar por la eficacia y
transparencia de la función judicial, permite a los jueces continuar trabajando
a espaldas de la sociedad, sin rendir cuenta de sus decisiones, delegando
funciones en personal subalterno que no ha sido designado para ello.
Por otro lado, resulta llamativo
que no se haya fijado una fecha exacta de entrada en vigencia del código
procesal penal para la justicia federal. Entendemos que varios distritos del
interior del país, en los que ya se encuentran implementados sistemas
adversariales, como Santiago del Estero o Mar del Plata entre otros, están en
óptimas condiciones para comenzar con una implementación escalonada del nuevo
sistema penal. Es absolutamente necesario que la Comisión Bicameral comience a
trabajar prontamente en la definición del esquema de implementación para la
Justicia Federal. Retrasar su entrada en vigencia no hace más que afectar el
éxito de la reforma.
Hace más de 25 años que desde el
INECIP venimos acompañando e impulsando la reforma del sistema de justicia
penal, convencidos de la imperiosa necesidad de la misma. Esperamos que el
Congreso Nacional en su conjunto advierta el inconveniente de la decisión, y
debata seriamente la nueva estructura organizativa del Poder Judicial. No debe
permitirse bajo ningún punto de vista que ésta pueda claudicar ante
negociaciones o acuerdos para comodidades propias o ajenas.
Fuente: www.inecip.org
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