El "capital social" que no se les mide a las universidades


Las universidades argentinas tienen una rica trayectoria de vinculación con la sociedad que ninguna evaluación internacional mide.

Salvo la UBA, las universidades públicas más grandes del país pegan el grito en el cielo cada vez que un ranking internacional las deja fuera de juego.
Hay una tendencia a la sobreactuación y a rasgarse las vestiduras frente a estos resultados. Y no es para tanto, salvo para aquellos que toman la difusión de estas evaluaciones como si se tratase de una afrenta directa contra las instituciones que representan.
En realidad, la mayoría de los referentes universitarios cordobeses toman a estos ranking con una actitud más relajada, como lo que son: una vara que mide realidades muy distintas, con criterios que dejan afuera de la evaluación al capital social de las universidades argentinas, a través de la extensión universitaria, por ejemplo.
¿Qué es la extensión? Por definición, promueve la generación de propuestas que vinculan a una casa de estudios con el medio. Muchas veces se la suele confundir con asistencialismo, pero es todo lo contrario, porque apuesta a la promoción social ya sea generando iniciativas o ayudando a consolidar las que ya están en marcha. Para eso, se aprovecha el bagaje académico de profesores, egresados y estudiantes de los últimos años.
Darse cuenta. En la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) admiten como una debilidad la poca visibilidad que tiene todo lo que se hace desde la extensión universitaria.
La extensión es uno de 
los pilares estatutarios de la Casa de Trejo, pero siempre ha sido la cenicienta a la 
hora de lograr recursos.
Cada una de las 12 facultades que componen la UNC tiene una secretaría de extensión; incluso, el Rectorado tiene una propia.
En la gestión de la rectora Carolina Scotto, el Consejo Superior duplicó en los últimos años los fondos destinados a becas y subsidios de extensión. Más de medio millón de pesos anuales se dedican a apoyar unas 56 iniciativas, en las cuales están involucrados más de 1.407 protagonistas, entre coordinadores, becarios, estudiantes, docentes y egresados, más los miembros de las organiza­ciones o instituciones del 
medio.
Los fondos no son lo suficientemente generosos como los “extensionistas” quisieran, pero es un gran avance hacia esta misión social.
Lo destacable es que cada uno de los proyectos que recibe financiamiento surge de una “competencia”. Hay un comité que valora los alcances de cada iniciativa y en función de eso presenta un orden de mérito. Pero también es elogiable la actitud de quienes dedican su tiempo para acercar la universidad a la sociedad que la sostiene.

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