La necesaria cobertura judicial

La Corte todavía goza de prestigio, pero si la politización kirch­nerista sigue adelante, no se sabe hasta cuándo lo tendrá. Eso, con razón, preocupa a los supremos. 

Todo es historia conocida, pero vale la pena repasar algunos detalles: Esteban Righi había decidido dedicar el receso de Semana Santa a disfrutar de una de sus pasiones. Como buen amante de la ópera, reservó boletos de la Metropolitan Opera House, en el Lincoln Center de Nueva York, y asistió a las puestas de Manon , con la soprano Anna Netrebko, y Macbeth , con Gianandrea Noseda. Se hizo tiempo también para visitar el club Blue Note, donde se escucha lo mejor del jazz mundial.
Estaba ocupado en estos placeres cuando se enteró, por una llamada desde Buenos Aires, que el departamento en Puerto Madero del vicepresidente Amado Boudou había sido allanado, en el marco de la causa por la ex imprenta Ciccone y en la que se investiga, como mínimo, el delito de tráfico de influencias.
No iba a ser lo peor. Dos días después, la noticia era la feroz acusación que le hizo Boudou por televisión, lo que se convirtió en un revulsivo político dentro de las propias filas kirchneristas.
Pocas palabras. Ante un ataque semejante, poco tiempo le llevó a Righi pensar en su renuncia. Apenas regresado al país, quiso ver a la Presidenta, pero ésta no lo recibió. En cambio, Righi habló con un viejo amigo, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. El diálogo, reconstruido sobre la base de comentarios reservados de sus protagonistas, no tiene desperdicios.
“Te voy a hacer tres preguntas, y te ruego respuestas sinceras”, expresó Righi. Y agregó: “¿Cristina conocía lo que iba a decir Boudou y avala cómo lo dijo?” La respuesta de Zannini fue “sí”. Segunda pregunta: “Si yo renuncio, ¿será tomado como un acto inamistoso hacia el Gobierno?”. El funcionario movió su cabeza y dijo “No”. Y la última: “¿Si yo presento la renuncia, me la aceptarán?”. El “sí” hizo innecesario seguir el diálogo.
Mientras el kirchnerismo y todo el arco político contemplaban absortos la ruptura de una relación de años entre Righi y Cristina Fernández, el ahora ex jefe de los fiscales –que ya venía observando cierta distancia en el trato–, les dio a algunos amigos su interpretación del hecho: “Ella cree que yo puedo levantar el teléfono y frenar un allanamiento o cualquier acto procesal”.
Podría preguntársele al ex procurador de la Nación si nunca, en estos casi nueve años, cumplió esa misión o sugirió cajonear causas negativas para el Gobierno. Hay jueces y fiscales que no niegan ese perfil de Righi, pero sólo esbozan una sonrisa cuando se les piden precisiones.
Eso explica también los motivos por los cuales Cristina propuso a un militante sin ningún antecedente en el Poder Judicial, como es Daniel Reposo, para reemplazar a Righi. Es obvio que el “vamos por todo” de la Presidenta necesita cobertura judicial.
La repercusión en la Corte Suprema fue claramente negativa. “Es un acto de barbarie”, se escuchó en el cuarto piso de Tribunales. Allí sostienen que aquella recomposición de la Corte que tanto reconocimiento le dio a Néstor Kirchner, también incluyó como incorporación de prestigio a Righi, hoy echado por no garantizar cierta impunidad a funcionarios del Gobierno.
El 26 de septiembre de 2010, en esta columna decíamos textualmente de Righi: “Su relación con el matrimonio presidencial fue siempre estrecha y sus opiniones muy valoradas. Pero ‘ya no es lo mismo’, asegura un amigo de las partes, conocedor de la fatiga que exhibe la relación, por los arrebatos emocionales de la pareja, que derivan en repetidas torpezas políticas. Según ese amigo, Righi está cansado de los ‘impresentables’ del kirchnerismo y piensa que, en lugar de ayudarlo, le causan gran daño al Gobierno”. Righi se refería a Guillermo Moreno. ¿Ahora lo incluirá a Boudou entre esos ‘‘impresentables”?
Adónde vamos. Esta movida deteriora aun más la imagen que la sociedad tiene de la Justicia. Una encuesta que citan miembros de la Corte señala que una cosa es la valoración que se hace de ese cuerpo y otra la de la Justicia en general.
La Corte todavía goza de prestigio, pero si la politización kirchnerista sigue adelante, no se sabe hasta cuándo lo tendrá. Eso, con razón, preocupa a los supremos.
Cualquiera que tenga algún conocimiento de cómo funciona el Poder Judicial de la Nación, sabe que muchos jueces y fiscales federales han sobrevivido como mínimo a los últimos seis presidentes. Si son obedientes al poder, ¿por qué no sobrevivirán a Cristina?
La pregunta que puede hacerse es: ¿qué juez va a querer tomar causas conflictivas, exhibir independencia y fallar en contra del poder? Con los últimos episodios que se están viviendo a nivel institucional, no es otro el panorama que se avizora en el horizonte.

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