Inseguridad: en campaña y contra los jueces

En el mundo cristinista, no hay contradicciones sino juego táctico dictado de manera exclusiva por la Presidenta: la estrategia nunca es un fruto colectivo sino una decisión individual, algo propio e intransferible de la jefatura. Y como no hay contradicciones, descubrir la inseguridad luego de diez años de gobierno, en el arranque de una campaña electoral, es una movida impecable aún sacrificando otro retazo del supuesto discurso ideológico. La descarga, según lo dicho desde Olivos y repetido por los rápidos seguidores, debe apuntar sobre los jueces – ¿de mano blanda?
–, a quienes se pretende colocar como blanco central del malhumor y la angustia de una sociedad castigada y desprotegida en este terreno. Es un giro que deja huella, pero en el interior del kirchnerismo la anestesia del tacticismo impide miradas críticas. Esa es la letra oficial.
Ni siquiera lo que finalmente ocurra con la ley para reconvertir el Consejo de la Magistratura, corazón de la reforma judicial, alteraría la línea fijada por Cristina Fernández de Kirchner. En medios oficialistas, aún antes de la aprobación de la iniciativa, se extendió la idea de que no superará la prueba de la Corte. El discurso sumaría entonces virulencia aunque en línea con lo anticipado: la “corporación judicial” agregará una muestra más de su accionar desestabilizante.
Pero ese libreto repetido exhibe señales de fatiga, algo que sin ser admitido obliga a la búsqueda de recursos discursivos diferentes, con alguna chance de pegar sobre un tema sensible y extendido en la sociedad. Para detectar ese clima no hace falta recurrir a encuestas, algo que de todos modos nadie deja de hacer: la inseguridad compite en los primeros lugares de las inquietudes con los problemas de la economía y, cada vez más, también con la corrupción. Nada muy alentador para el oficialismo.
El problema, es sabido, resulta complejo. Son inocultables los déficits del sistema judicial y la responsabilidad individual de algunos jueces, con fallos inexplicables, irritantes, que a veces dejan dudas sobre la transparencia de procedimientos. Pero la cuestión es más amplia: va desde la evidente falta de prevención y de presencia policial en las calles a la escasa voluntad para desarmar posibles redes de connivencia entre fuerzas de seguridad y organizaciones delictivas. Se trata centralmente de una cuestión de decisión política, con proyección específica y también social.
La Presidenta prefirió reducir el problema a los jueces: una generalización temeraria y que repone el concepto de mano dura:en otras palabras, el único costado débil y perjudicial para la sociedadsería la falta de firmeza de los magistrados. Las cosas no terminan allí: algunos voceros oficialistas alientan en estas horas la idea de que el cambio en la cúpula del ministerio de Seguridad anticiparía un replanteo de políticas.
Está claro que si algo sucede en ese terreno será por decisión directade la Presidenta, y no por el perfil o las convicciones y trayectoria de los jefes ministeriales. Arturo Puricelli, que deja Defensa después de desbarrancos resonantes, jura hoy en Seguridad: casi un premio. Como poderoso segundo del área seguirá Sergio Berni, que resulta muy televisivo en sus apariciones públicas pero hasta ahora no ha dado señales de alguna novedad de fondo en el rubro que lo ocupa.
Enfermos de tacticismo, voceros cristinistas creen ver una gran jugada en el cambio de un par de piezas del gabinete. En el mejor de los casos, resuelve algunos problemas domésticos: mueve un poco a Puricelli del foco de varias denuncias, le da una salida diplomática a Nilda Garré y coloca en Defensa a Agustín Rossi, lejos así de la difícil competencia electoral en Santa Fe. Hacia afuera, nada fundamental o que prometa variaciones significativas en las evaluaciones que registran las encuestas.
La Justicia está en el centro de la ofensiva presidencial por varios motivos, incluida en lugar destacado la esperanza de forzar algún camino para el plan reeleccionista. Está por verse si el cambio en el ministerio de Seguridad será acompañado por una escenografía de mayor dureza. Curioso: de ser así, un derrotado histórico del kirchnerismo, Puricelli, estaría llamado a alterar el libreto oficialista en este rubro. Todo un símbolo.

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