Alambradas en nombre de la virgen

Una comunidad de católicos conservadores liderada por los hermanos Espina, instalada cerca de Cosquín, está acusada de usurpar un loteo.

El ingreso al convento es una de esas postales típicas de almanaque. A un costado de la ruta nacional 38, justo antes de llegar a la localidad de Casa Grande –70 kilómetros al noroeste de Córdoba, en Punilla–, un pequeño puente de piedra cruza sobre el agua mansa del río y conduce hacia un portón a punto de ser tragado por una arboleda frondosa. “El Retiro Mater Dei”, reza el cartel que señala el lugar.
Nadie en el pueblo sabe qué ocurre detrás de esas puertas. Muy pocos las cruzaron alguna vez. “Es donde viven los curas”, dicen los vecinos, como única explicación.
Mater Dei es la comunidad de los Espina, un numeroso grupo de hermanos de sangre que profesan la fe católica apostólica tradicionalista sedevacantista. Esto último significa que no reconocen a los papas elegidos con posterioridad a Pío XII, quien terminó su reinado en 1958, por lo cual el sillón vaticano se encuentra –para ellos– vacante.
Consideran que la Iglesia Católica se degradó a partir de las reformas introducidas principalmente a través del Concilio Vaticano II y que su actual doctrina es libertaria y peligrosa.
El comando de la Virgen. Los hermanos Espina, sobre todo el sacerdote Julián, se hicieron famosos en todo el país hace pocos años por diversos episodios de violencia protagonizados en exhibiciones artísticas. Su presentación en sociedad fue en 1996, cuando consiguieron evitar el estreno de la película La última tentación de Cristo , de Martin Scorsese, por considerarla blasfema, pese a que nunca la habían visto.
Luego, en 2004, Julián Espina, con sus dos metros de altura y su sotana imponente, consiguió forzar el cierre de una muestra artística organizada por la Municipalidad de Córdoba en el Cabildo. Adujo que una obra de la exhibición mostraba a la Virgen María manteniendo relaciones sexuales con el Espíritu Santo y pidió quemar la “obra blasfema”.
En junio de 2007, los Espina consiguieron impedir una muestra del artista Alfonso Barbieri en el Centro España Córdoba, a dos cuadras del Cabildo, porque afirmaron que algunos dibujos ofendían a la Virgen María. En esa oportunidad, llegaron acompañados por adolescentes que rezaban arrodillados en la calle mientras un grupo de choque, que integraba el sacerdote, repartía religiosamente piñas y patadas contra un grupo de policías y rompía los cuadros de la muestra. El artista debió permanecer encerrado en un depósito durante horas, para salvaguardar su integridad física.
Una de las últimas actuaciones públicas de los hermanos de Mater Dei ocurrió en octubre del mismo año, cuando volvieron a organizar un escándalo en el Pabellón Argentina de la Ciudad Universitaria. Bloquearon las jornadas de libertad de expresión organizadas por la Universidad Nacional de Córdoba y el sindicato de prensa, porque se iban a exhibir obras de artistas censurados, Barbieri entre ellos.
Ninguna de esas historias es recordada por los vecinos de Casa Grande. Para muchos, los Espina son gente extraña, de la que conviene mantenerse alejados. Es que en los últimos meses se repiten los enfrentamientos entre miembros del grupo religioso y vecinos, trabajadores y autoridades del lugar.
Alambres terrenales. El jefe comunal de Casa Grande, Hugo Maldonado, dijo que los hermanos Espina lo amenazaron de muerte (verA3 ). Vecinos del lugar los acusan de agresiones físicas y de exhibir armas de fuego para amedrentarlos. Los han denunciado por intentar usurpar un terreno de la propia comuna, en el que se encuentran los pozos que conducen el agua hacia las viviendas; por bloquear el trabajo de una cuadrilla comunal; por impedir el ingreso de turistas a las cascadas que constituyen uno de los principales atractivos naturales del pueblo; por cruzar alambrados sobre el río; por colocar boyeros eléctricos y por amenazar a empleados de la comuna.
Los problemas llevan más de un año y surgen a partir de que los Espina comenzaron a alambrar un terreno que limita junto a su propiedad, la que según el jefe comunal tendría “cientos o miles de hectáreas”. Los Espina cercaron el campo en el que vive Feliciano Pérez, un hombre dedicado a la cría de vacas, quien firmó un comodato con opción de compra en favor de dos de ellos, los abogados Carlos María Espina Leupold y Miguel Carlos Espina Leupold.
Los vecinos de esa zona acusan a los Espina de haber alambrado unas 20 hectáreas que no les pertenecen y querer quedarse con ellas. Con el agravante de que esas tierras bordean el arroyo Los Algarrobales (ver mapa), por lo que el resto de los habitantes de la zona vería impedido el acceso al agua.
Todas esas tierras integran un viejo loteo llamado Balcón de Punilla, que desde hace más de 30 años comercializa la inmobiliaria Clara Giardina, de Hurlingham, partido del Gran Buenos Aires. Los lotes se venden por Internet, a través de sitios como Mercado Libre, a precios bajos (puede conseguirse a 4.500 dólares una fracción de 800 metros cuadrados) debido a que no cuentan con servicio alguno.
Uno de los Espina, el abogado Carlos, le dijo a este diario que en realidad los afectados son ellos y que los usurpadores son quienes se dicen propietarios. “Lo que estamos haciendo es alambrar para defender a Pérez y evitar que se apropien de sus tierras. Yo lo defiendo judicialmente porque esta otra gente, ayudada por la comuna, pretende quitarle la tierra a un señor mayor”.
Espina dice que la inmobiliaria “vende y vuelve a vender los mismos lotes, que pertenecen a Pérez”. Clara Giardina, titular de la inmobiliaria, dijo que el loteo incluye 2.500 terrenos y que todos se venden con escritura. Otra fuente de la inmobiliaria señaló que “si la orden religiosa dice que tiene derecho sobre esas tierras, va a tener que presentar los títulos, porque todo lo que vendemos tiene escritura realizada por una de las escribanías más serias de Córdoba”.
Esclavos en Punilla. La fiscalía de Cosquín, a cargo de María Alejandra Hillman, es el lugar en donde se cruzarán las denuncias realizadas por Mater Dei, por la comuna y por los habitantes del loteo. El lunes último, una delegación de propietarios llegó de Hurlingham para denunciar a los Espina.
El grupo de propietarios bonaerenses ya constituyó la asociación Unión de Propietarios Balcón de Punilla. Enviaron el listado de sus integrantes a este diario y a través de la página www.upbp.com.ar están reuniendo a los presuntos perjudicados. Desde la fiscalía, dicen que todavía no han avanzado en la investigación de la disputa.
Las versiones que rodean a El Retiro Mater Dei no se agotan en las cuestiones de tierra. Una madrugada de diciembre de 1998, hace casi 11 años, una de las monjas que vivía en el convento tocó la puerta de una vecina. “Era una hermana mejicana, de 20 y pico de años, llamada sor Eucaristía”, recordó otro de los testigos del hecho.
“Llegó con el hábito desgarrado, lastimada después de correr a través del monte. Contó que hacía varios días que la tenían encerrada, en castigo por haber comido un sánguche de queso. Pidió que se la pusiera en contacto con su embajada para irse del país. Entró en la casa, muy asustada, y al rato en una camioneta aparecieron los Espina, diciendo que buscaban una vaca negra que se les había escapado”.
Uno de los vecinos, pensando que Mater Dei depende de la Iglesia Católica, llamó al Arzobispado de Córdoba y denunció lo ocurrido. Al poco tiempo, no se sabe el motivo, las monjas y novicias abandonaron el convento y nunca más volvió a haber religiosas mujeres en el lugar. Las historias que repiten los vecinos hacen reír al abogado Espina. “¿Que yo uso armas? Ja, ja. Eso es tonto. Si yo portase armas, ya me hubieran hecho una denuncia penal. Sería ridículo que lo hiciera, salvo que tuviera permiso. Lo que hago cuando hay problemas es llamar a la Policía, y la he llamado infinidad de veces”.
A los hermanos Espina les gusta definirse como “esclavos de la Virgen María”. Son seguidores de la esclavitud mariana que predicó el teólogo francés San Luis María Grignon de Monfort en el siglo 17. Todo lo que hacen en esta vida, supo explicar el sacerdote Julián Espina, lo hacen para defender el nombre y cumplir los deseos de la Virgen.
Los vecinos de Casa Grande se permiten dudar de que el plan divino tenga intereses tan mundanos.

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