Paisaje fueguino en riesgo


La instalación de gigantescas torres en la zona implicará un impacto en el ecosistema y también en el atractivo turístico.

De acuerdo con el llamado Fideicomiso Austral, creado con regalías aportadas al Estado nacional por las empresas petroleras que operan en áreas costas afuera (offshore) con fondos del Tesoro nacional que surjan de partidas o créditos presupuestarios asignados para tal fin, y por regalías de áreas en licitación que la provincia concesionaría dentro de su territorio, se proyecta prolongar el tendido del sistema interconectado eléctrico provincial. Se trataría de un cableado todo aéreo, de 179 kilómetros, que unirá Río Grande con Ushuaia, y que sin duda constituye un proyecto de envergadura beneficioso para la provincia más austral de nuestro país.
La obra, promocionada por autoridades legislativas y provinciales, se ha presentado rodeada de especial hermetismo respecto de sus características y detalles de construcción, lo que ha despertado preocupación en quienes saben con certeza que el atractivo escénico es uno de los recursos más importantes que posee la provincia y que le ha valido un justo reconocimiento nacional e internacional. La instalación de gigantescas torres en el bellísimo paisaje fueguino no sólo implicará un impacto en el ecosistema, sino un impacto al atractivo visual del que se nutre el turismo provincial, por la irreversible contaminación visual desde tierra y desde el mar, donde se hacen frecuentes paseos para apreciar los atractivos naturales del Canal de Beagle.
El paisaje de Tierra del Fuego constituye un patrimonio natural único y, como tal, un atractivo turístico insoslayable que representa un recurso fundamental para el desarrollo local. Si se degrada, su calidad disminuye, y el lugar dejaría de ser atractivo desde el punto de vista turístico, y los visitantes no regresarían. Algo similar ocurre cuando, con el pretexto del progreso, se presentan proyectos de infraestructura que ponen en riesgo el patrimonio de determinados lugares sin considerar las pérdidas, en términos de cultura, naturaleza y de turismo.
Nuestro país cuenta con dos experiencias que podrían asimilarse a este caso y que merecen recordarse: el caso de la reserva provincial Iberá y el de la Quebrada de Humahuaca. En el primero, una línea de alta tensión fue instalada en los Esteros del Iberá, provincia de Corrientes, el segundo humedal en América del Sur designado sitio Rámsar, lo que degradó el valor escénico y el potencial desarrollo ecoturístico del área.
En la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy, se presentó a fines de la década del 90 un proyecto para construir una línea de alta tensión que significaba emplazar 125 columnas metálicas de 22 metros de altura a través de toda la quebrada. La intrusión estética de las obras en el paisaje iba a producir un grave impacto sobre una de las áreas más atractivas del país por sus recursos naturales y culturales. La comunidad se opuso al proyecto mediante un proceso de participación pública, y con el apoyo de diversas ONG locales y nacionales se logró paralizar una obra que sin duda hubiera afectado la economía provincial. Años después, la Quebrada de Humahuaca fue declarada Sitio Natural del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, designación que difícilmente habría alcanzado si la instalación se hubiera concretado.
En muchos lugares en donde se reconoce el valor del paisaje se han puesto en marcha obras para soterrar las líneas eléctricas de alta tensión. Instalarlas en un lugar tan frágil de naturaleza virgen como Ushuaia sería ir a contrapelo no sólo de una tendencia mundial, sino del posicionamiento de la provincia de Tierra del Fuego como un sitio de paisajes naturales deslumbrantes. Es obvio que se requiere un debate mucho más profundo y de mayor participación de modo que el atractivo natural de Ushuaia no se vea perjudicado.
Cualquier emprendimiento que degrade el ambiente implicará la pérdida de la calidad turística del lugar y consecuentemente una disminución de las posibilidades de producir ingresos locales genuinos. Si se lo analizara como un recurso cualquiera, se diría que el turismo representa un recurso esencialmente renovable. Sin embargo, al igual que otros cuyo mal manejo transformó en no renovables, los recursos turísticos, si carecen de un manejo adecuado, pueden transformarse en no renovables y agotarse.

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